miércoles, noviembre 26, 2008

ENTRE EL ENCIERRO Y LA LUZ

(Escritura creativa sobre la Ladrona de Libros de Maira Mendoza)
La habitación estaba completamente a oscuras y solo se iluminó cuando entraron en ella dos oficiales y un despojo de mujer. Los dos hombres la llevaban a rastras y cuando la tiraron al piso , la mujer todavía yacía inconciente. No vendrían en un par de horas, debían esparar a que despertara, o de lo contrario, su trabajo no serviría para nada. Ella abrió lentamente los ojos, luego de minutos que fueron incontables. Su cuerpo, paralizado no resistía los golpes. Se forzó a recordar su nombre y a los seres que amaba (como hacía cada vez que terminaba así), aunque dos de ellos habían muerto y no supiera nada de la niña, todo para no olvidar que alguna vez fue feliz, todo para seguir siendo humana. Ella era Kerstin Gretchen. Kerstin comenzó a pensar en su pasado, queriendo ignorar los gritos que se escuchaban a lo lejos. Se preguntó como estaría Liesel, si habría crecido aunque sea un poco. Después de imaginar un rato a Liesel estirada y menos escuálida, no pudo evitar recordar el rostro de Werner en el tren, con sus ojos apagados, sin un poco de vida que dar. A él le siguió Frederick, que había sido llevado a un lugar que ella desconocía, hace como un año. No trataba de engañarse, lo habían asesinado, pero por lo menos hubiera deseado decirle adiós. El dolor de esas pérdidas, el saber que jamás volvería a ver a sus hijos, ni al hombre que amaba, hizo que se le acongojara el corazón y que grandes lágrimas brotaran de sus ojos y cayeran al inmundo suelo donde estaba acostada. Todo su cuerpo se contrajo, como queriendo lanzar un grito que finalmente fue ahogado. La puerta volvió a abrirse, y otra vez ocurría lo mismo, golpes, gritos e inconciencia.
Cuando Kerstin despertó, su mente empezó a perderse entre millones de preguntas, que comenzaban con un porqué.
¿Por qué estaba ahí? ¿Por qué la lastimaban? ¿Por qué nadie hacía nada? Mirara por donde mirara, todo lo que le pasaba no tenía sentido; aunque pensara como sus perseguidores jamás lograría entender. Veía al mundo lleno de injusticia y pobreza, ella solo quería cambiar eso. Cuando Kerstin y Frederick se unieron al Partido Comunista, soñaban con conseguir un mundo mejor para todos, libre de las manipulaciones de una minoría poderosa. Cuando Hitler ascendió como canciller, las reuniones del partido se hicieron cada vez más secretas y luego de que hiciera el golpe de estado, la persecución a los comunistas ya era esperada. Ese hombre había logrado sacar lo peor de cada persona y sabía cómo usarlo para tratar de imponer su idea de superioridad racial y política. Después de que se llevaron a Frederick, Kerstin no tuvo otra opción que entregar sus hijos a una familia que pudiera protegerlos, sabía que pronto vendrían por ella. Apenas tenía dinero para poder escapar, así que luego de dejar a Liesel con la familia Hubermann, se dispuso a huir. Tenía unos amigos que la ocultarían en Dresden, pero es obvio que no llegó, la SS la atrapó en Liev a unos sesenta kilómetros de Munich. Se sentía el ruido de las puertas que se abrían al mismo tiempo, eso le pareció extraño porque siempre se abrían de a una. Había llegado el turno de su puerta, esta vez no aparecieron los mismos oficiales, sino que vino un hombre que jamás había visto, no era fornido sino más bien menudo, con un rostro de rasgos bien marcados y un uniforme impecable. El hombre alzó a Kerstin del suelo (no le fue difícil ya que todos los huesos sobresalían en su piel), le tapó la cara con una capucha negra para que no pudiera ver, le ató las manos y la sacó de la habitación. Ella caminaba con lo poco que le quedaba de fuerza, sus piernas temblaban y tropezaban en cada paso, cuando eso ocurría el hombre se veía obligado a sostenerla para que no cayera. Mientras caminaba Kerstin podía oír los pasos de varias persona delante y detrás de ella, a veces se escuchaban los golpes secos de algo chocando contra el piso, lo único que podía hacer era lamentarse porque sabía que había más como ella, que en ese momento caían al no resistir. Luego de un rato de andar a tientas, sus pies descalzos dejaron de sentir el frío cemento, y se toparon con tierra helada y barrosa. Por primera vez en mucho tiempo, un viento limpio y fresco, golpeó el cuerpo de Kerstin y la hizo sentir viva. El guardia que acompaña a Kerstin la soltó y ella cayó de rodillas con las manos atadas hacia adelante. Por los ruidos a su alrededor pudo darse cuanta que lo mismo le pasaba a los otros prisioneros. Se escucharon varias metralletas cargándose, ella sabía que iba a pasar, ninguno de ellos servía más. Durante esos escasos segundos, pensó en Liesel, Werner y Frederick, el los cuatro paseando como una familia común sin ninguna preocupación mas que la de ser felices. Las balas que pasaban a su alrededor finalmente la alcanzaron y aunque su rostro no se veía, puedo asegurarles que murió feliz.
Maira Mendoza 5º2º

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bue... lo unico que te puedo decir maira es que el final que le diste a la madre de liesel me parecio que te falto explicar un poco mas acerca de como llego ahi exactamente y de que ese no era el nombre de la madre de liesel XD (CREO) en el principio de la novela lo dice.

Un corto de los chicos de la promo 2007

Este es uno de los productos del taller de cortos de este año en Idioma Nacional de sexto. Espero que les guste. Les cuento que se basó en un poema de Alejandra Pizarnik y el guión y la actuación y todo pertenece a Valentina Ovejero Arauz y a Carolina Cañazares.