miércoles, junio 10, 2009

LA SOMBRA DEL LUNES

Aunque sobren los pesares, para todos sigue siendo una alegría la llegada del viernes a la noche. Alegría que no es escandalosa sino profunda e inconfundible y estalla apenas suena el timbre de salida, dándonos la sensación de goce, hasta se podría decir que cura las enfermedades de la semana. Después de cinco días aguantando a los profes, levantándonos temprano, escuchando sermones, acercarnos al sábado es un alivio total.
Tenemos que reconocer que la mayoría de nosotros no ocupa o aprovecha el fin de semana para acercarse a Dios, ir a misa u otras cuestiones religiosas, sino que lo tomamos como una habitual y tranquila celebración, a la que se le da poder sobre todo. Un poder que termina con todos los dolores de la semana.
Mientras pasan esos cinco días llenos de obligaciones, horarios que cumplir, horas de estudio y otras tareas pesadas, la llegada del viernes pareciera que nos reconfortara, para terminar esa horrible y cansadora semana. Apenas se esconde el sol, empezamos a sentir una sensación de alegría que pareciera, no tuviera fin.
Después de una semana de sufrimiento solo para contentar a nuestros viejos, creemos sentir un alivio inexplicable.
Al pasar el viernes, llegan las imparables ganas de salir con amigos para, por cuarenta y ocho horas y aunque a medias, olvidarnos que el domingo a la tarde se terminara la ilusión de la alegría eterna.
Mientras se asoma la sombra del lunes, nos ponemos a meditar recordando la salida con amigos del sábado y el asadito familiar del domingo. Pero también nos ponemos a pensar en volver a la pesada rutina de lunes a viernes y eso nos hace poner depresivos y cansados. Es estresante sólo el hecho de darnos cuenta que estos días pasaron volando y que hay que esperar otra eternidad para el siguiente fin de semana.
Lamentablemente esta peste de hacer los deberes y cumplir con las responsabilidades nos perseguirá toda la vida y es peor con el paso del tiempo.
Lo único que nos queda por hacer es resignarnos y disfrutar al máximo todos los fines de semana que tengamos porque las obligaciones y responsabilidades siempre van a formar parte de nuestras vidas.

Fernanda Bonini y Agostina Petracchini

“Dos días de libertad, cinco días de castigo”

Viernes a la noche, el reloj marca las nueve, lo que significa que el trabajo y los compromisos de la semana han terminado o por lo menos nos dan un descanso.
Salgo del lugar que me encierra en responsabilidades por cinco interminables días y mi cuerpo empieza a sentir una extraña sensación, mi alma se libera y esa libertad se apodera de mí.
Creo ser completamente libre aunque no dejo de pensar que es temporal y solo durara 48 horas, pero era de esperarse porque en la vida no todo es felicidad y alegría. Ahora solo me queda deshacerme de los últimos rasgos de esa dolorosa semana y dejar que mis horas se llenen de regocijo y satisfacción.
Las horas pasan y el fin de semana se convierte en lo más esencial de mi vida, en lo más esperado, en momentos de cambio, en momentos en los que puedo ser yo, momentos que me llenan de libertad y me hacen olvidar que existe lo correcto.
Mi mente se siente totalmente libre de presiones, hasta que de un momento a otro todo empieza a pintar de otro color y entro en razón, el final de lo que tanto esperé empieza a llegar.
Domingo a la tarde el reloj marca las seis, llega el final de lo que tanto nos hizo felices, y no puedo evitar sentirme desconforme y descontenta con las horas de descanso y felicidad que por un momento nos sacó del infierno para tocar el cielo con las manos. Disconforme porque se acabó como agua entre los dedos, descontenta por que pude haber hecho y disfrutado más de lo que hice.
Pero como dice Fabiana Cantilo en unas de sus canciones “NADA ES PARA SIEMPRE” y llegó el momento en que la joda se termina, en que despertamos del maravilloso sueño para entrar en razón y darnos cuenta que al día siguiente todo volverá a ser como todos los lunes.
Pero hay que reconocer que la esperanza de que el fin de semana algún día sea interminable es lo que nos ayuda a superar semana tras semana.
En conclusión, querido lector, aunque lo rutinario nos parezca detestable hay que tener en cuenta que cada momento de felicidad hay que pagarlo con dos de tristeza, sino, no habría motivos para sonreír y no existiría el momento alegre si siempre lo viviéramos.
Marcela Quipildor ,Fabiola Amador 5°3°

martes, junio 02, 2009

LA OSCURIDAD DEL LUNES

RAMOS CRISTIAN Y LOPEZ MARTIN 5º3º


A pesar de todos nuestros problemas, nadie deja de esperar con ansias a que llegue la noche del viernes. Aunque en el último tramo de la semana estemos completamente exhaustos y hagamos las cosas “como venga”, la presencia de la noche del viernes nos brinda nuevas fuerzas y un franco suspiro de placer.
Tras cinco días de estudiar, o de aparentar que lo hacmeos, y de creer que la cabeza nos va a estallar, uno se siente como un héroe después de llegar al final de la odisea de sobrevivir la semana; se podría decir que ese instante nos brinda una sensación similar, aunque momentánea, a estar en el paraíso, ya que, por un momento, nuestros problemas parecieran no existir.
Podríamos afirmar que el júbilo del viernes a la noche recuerda a eventos tan importantes como la fiesta de fin de año, nuestros cumpleaños, un Boca-River o ver tropezar a un profesor, entre otros acontecimientos que nos hacen sentir bien y relajados.
Es por eso que consideramos el viernes a la noche como un instante de triunfo y euforia y logramos darnos cuenta del valor que tiene el tiempo en el cual pasamos de la rutinarias horas de clases y sermones (que sentimos que poco a poco nos van matando), a una experiencia completamente distinta, el momento de revancha, de despreocupación, de fiestas y de dormir hasta las dos de la tarde.
Es así como después de lograr cumplir con la semana, esquivando nuestras obligaciones, creemos recuperar, mientras suena el timbre de la salida, eso inigualable atmósfera que ofrece el fin de semana.
Pero con el viernes que se va, también pasan las cuarenta y ochos horas de libertad, y llega el domingo a la tardecita, donde se desvanece totalmente la idea de estar sin preocupación, acercándose a la oscuridad del lunes, lo cual no es para nada un dolor, ni un temblar, ni tristeza. Tampoco es un desánimo ¡Tanto va a ser!
Nos acercamos poco a poco al lunes, decíamos, y se nos rompe nuestra torre de sueños, el famoso viernes de planificación de qué hacer, la onda del salir del sábado y la resaca del domingo hasta la tarde. Allí es cuando sentimos un gran peso acompañando de un quejido de bronca por volver a nuestra rutina de los lunes en adelante.
Las perspectivas del lunes nos lleva a que no podamos escapar de la maldición del paso del tiempo y a que nos demos cuenta de que el respiro de total despreocupación ha terminado, provocándonos un día problemático. Ante esto no hay nada que pueda detener aquel mambo.
A pesar de todo, siempre tuvimos en mente que cuando terminemos el colegio se acabará la maldición de los lunes, pero nos dimos cuenta de que esto no es así, porque tenemos que elegir nuestro rumbo a la vida nueva, ya sea estudiar una carrera o elegir un trabajo. Pero todo esto nos implica levantarse temprano, tener en mente de que tenés que ir al colegio o tenés que llegar temprano al trabajo o si no te lo quitan.
A nosotros nos parece que el hechizo del lunes se acabará cuando nos jubilemos, ya que sólo en ese momento (y tal vez) no tendremos en mente ese pensamiento de cargar con obligaciones que cumplir.

El castigo tiene cinco días

Mónica Nieva, Maria Tapia 5°3°

Los cinco días de oscuridad forman parte de nosotros cuando empezamos a estudiar. Estos infelices días que parecen ser una cárcel para los jóvenes, quienes rogamos a todos los santos (que lamentablemente no hacen milagros) para que llegue el viernes a la noche, y con él esa alegría de tranquilidad cuando se van los últimos compromisos escolares y se festeja la llegada del fin de semana con un alivio y suspiro de goce. Aparenta ser, que en los últimos años, el deseo del descanso juvenil ha crecido mucho. Tras cinco días de lucha en los que el estudio se abusa de nosotros, nos impacienta que se van acercando los segundos para que sea sábado porque queremos que llegue ya.
No es feo decir que la felicidad del fin de semana nos va a divertir tanto sino que la alegría es que nadie se pierda el placer de ir a una joda para que los días de cárcel no sean siete.
Aclaramos que los viernes a la noche es una manera de divertirnos y no andar como esclavos del estudio, y que tan solo es un analgésico que nos cura de la depresión que causa el cole.
La sensación que da el viernes a la noche es como la que da la llegada del año nuevo, la cual es muy sagrado para los jóvenes, igual que cuando los ancianos esperan los domingos para ir a misa.
Este esperado viernes a la noche es un gran alivio al que se le acercan horas de estudio, que nos vuelven a marginar otra vez por otros cinco días.
En toda la hermosa diversión siempre hay una oveja negra que nos arruina algo, en este caso es el anochecer del domingo que nos deprime, sabiendo que estamos a horas del lunes y volvemos a una cárcel que nos vuelve a atrapar otra vez.
A medida que nos acercamos a la entrada de la cárcel, sentimos que nos ha faltado el tiempo para cumplir con las cosas que queríamos hacer en realidad. Toda la inexplicable diversión que vivimos el viernes a la noche y el sábado, lo envolvió el domingo en el hermoso anochecer.
Aunque hagamos lo que queramos para no notar que la sombra del castigo se nos acerca, de todos modos esta nos va a atrapar.
La mirada del lunes arrastra lo que no pudimos vencer nuevamente y aquellos dos días en que teníamos empleados y disfrutábamos “la joda loca” se nos volvieron a ir.
En conclusión, nosotros los pibes no somos los únicos que sufrimos en la reciente llegada de los cinco días, sino también los grandes, digo los grandes de edad.

BENDITO SEA EL VIERNES

Muchos de nosotros gozamos y aprovechamos la felicidad del viernes por la noche. Alegría que empieza a dar una colorida apariencia al fin de semana.
Después de esos largos cinco días de cansancios, amarguras y problemas que no parecen tener fin y tener frente a nosotros el viernes, no puede ser menos que un alivio.
El corazón comienza a tener un perfecto funcionamiento, el cuerpo toma un breve descanso, la mente se despeja de las preocupaciones y el alma toma un respiro profundo, con un solo objetivo, llenarse nuevamente con aventuras y experiencias inolvidables.
Por eso estos días de alivio tratamos de aprovecharlos al máximo y así entramos en el paraíso terrenal, que nos invita a planear fiestas, irnos de viaje o pasar un rato con amigos.
Pero primero, antes de todo esto, tenemos que cumplir el séptimo mandamiento de nuestro misericordioso Dios, honrando a nuestros padres para que nuestros días se alarguen y el fin de semana sea santificado.
Y hasta que el mandamiento se cumple haciéndonos los buenos hijos, al pedir plata , dar explicaciones y obedecer cuando nos mandan a dormir, el santo viernes se pasa y nuestro primer proyecto se destruye, pero las ilusiones siguen, falta el sábado todavía.
En nuestro sueño imaginamos recuperar el ambiente que planeamos el día anterior con la esperanza que ya tenemos parte de la plata “aunque sea para el bondi nos alcanza”.
Decir que el sábado pasa volando no es una exageración y los castillos que construimos durante la semana se van cayendo a medida que las horas pasan.
La tristeza que provoca hacer las tareas el sábado y el domingo, es realmente angustiante. La nubecita que se acerca anunciando el lunes, que cubre nuestro maravilloso día soleado.
Y así, la intranquilidad vuelve y aquel sueño se evapora, solo queda el consuelo de que siempre habrá fines de semana y, por lo tanto una oportunidad que llega cada siete días. En consecuencia es bueno saber que esos “viernes” no hay que dar rodeos, vueltas, ni explicaciones, porque así como dice la Bersuit “el tiempo no para”. Dulce Colque
5°3°IEM

LUNES OTRA VEZ

¡Qué bueno es recordar esos buenos viernes a la tarde después del cole! Recordar su confortante y profunda brisa que nos alivia la mente y el cuerpo para disfrutar de un fin de semana a nuestra manera.Recordar, que sentir el fin de semana cerca nos trae a la mente buenos recuerdos, como el ansioso día de nuestro cumpleaños, el bello 21 de septiembre, las inconfundibles 7 de la tarde y tantos otros momentos que nos enloquecen de placer.
Imagínense que después de remar cinco días en un monton de olas de obligaciones que nos ahogan, no hay nada mejor que sentir la mano de un sábado que nos ayuda a salir a flote.
Así nos acordamos también de nosotros mismos llegando a casa abatidos y cansados luego de un lunes a viernes ruidoso y agotador para nuestro gusto.Un lunes a viernes lleno de eso que menos nos gusta hacer: tareas. Pero, al parecer. No somos los únicos que pasamos por esta tortura, también están los mayores, que padecen de igual forma que nosotros, que si no es porque laburaron hasta tarde, es porque madrugaron muy temprano por culpa de sus amados jefes que no aflojan con mantenerlos ocupados, y ellos, con más inteligencia que ganas tiran por no aflojar y aflojan por no cortar ¿o acaso nun ca vimos a nuestros padres llegar del trabajo agotados? O peor aún ¿nunca los oímos renegar porque esa noche deben trabajar hasta tarde y mientras reniegan se acuerdan de la madre de su jefe?. Siendo así me corrijo, no somos los únicos que padecemos el mal del lunes a viernes.
Luego llega el sábado, con aires de jóven y cara alegre para recordarnos que para olvidar los cinco días anteriores todavía hay 48 horas.
Por eso muchos creen que el fin de semana se compara a un analgésico muy poderoso que puede curar todo.
Es así como el sábado llega en medio de un chaparrón y se aleja en un cálido verano.
Mientras el sábado nos va soltando, se acerca el típico domingo, siempre igual: tranquilo, familiar y un tanto religioso. Hasta ahí nada mal, pero tenía que ser que con todo lo bueno algo malo llega y la desgracia de un domingo a medias no es poca. Porque apenas la aguja del reloj apunta a las seis de la tarde, una sensación de malestar se apodera de nosotros. Hablo de la muy misteriosa y maldita(por no decir otra cosa)sombra del lunes, que por su culpa se espantan nuestros sueños y fantasías, se espanta parte de las seis mejores horas del día, especialmente las 7 de la tarde, se espanta el perfume de la primavera, los regalos de nuestro cumpleaños y la arena de las vacaciones. Es como que llega un camión y se lleva el cielo, las nubes, las flores, el sol, las estrellas, el mar, etc.
Realmente es misteriosa la sensación del domingo a la tarde, es una mezcla de angustia, desaliento, preocupación, soledad, depresión, en fin…de todo un poco.Una sensación que nos ataca a todos y a pesar de negarla o hacer mil cosas para evadirla, nos atrapa antes que nos demos cuenta. Eso es lo peor de todo.
Luego de un largo y exhausto pensar, creo que todos sentimos esa horrible impresión, porque el lunes lleva el peso de toda la semana, es la puerta de entrada al infierno, a los días comunes, a la carga pesada, a los días de largo penar.
Por eso, el domingo por la tarde solo nos queda resignarnos y lamentar muy profundamente que al otro día es lunes otra vez.
Claudia Del Basso

LAS MIL FORMAS DE HABLAR ADOLESCENTE.

Como todos sabemos, nosotros los adolecentes tenemos mil formas de expresarnos, ya sea correctamente o no.
Además, nuestra manera de hablar es reconocida por los adultos, ya que estos la utilizaran para burlarse o simplemente porque está a la moda o, la critican, por así decirlo. Y dentro de ese grupo en el que todos se ponen de acuerdo, el tono dominante suele ser de desprecio.
Platón oyó a muchos aspirantes al ingresar en su academia. Este recomendaba que los hombres menores de 30 años no se los tomara en serio. Y Séneca, alarmado por el habla de los soldados de lejanos barrios romanos, sugería a la muchachada que no dejen “el buen” latín por el riesgo de perder la buena cultura y abrir paso a una mala forma de expresión.
De modo que, si bien son muchos los adultos que critican nuestra forma de hablar, se puede captar que no son muchas las diferencias entre nuestra jerga y su idioma.
Hubo y hay sin embargo unos pocos que decidieron aceptar nuestra forma de hablar dejando de lado la crítica arrogante. Esas personas a las que me refiero fueron alguna vez adolecentes y saben y entienden porque nosotros tenemos esa manera de expresarnos, aunque no compartan ya nuestra onda.
Seguramente los adultos en alguna oportunidad se preguntaron qué corno quiere decir lo que intentamos expresar con palabras que tienen doble significado o palabras que expresan lo contrario de lo que se dice, todo depende del tono de voz que utilizamos. Por ejemplo una persona que es fuerte y dominante, es un “groso”.
Una acción incorrecta donde una persona comete ciertas actitudes, que son despreciables para otros, es un “zarpado”.
Cuando pasa una chica voluptuosa, que se caracteriza por sus dotes de belleza, decimos “está fuerte la mina” o que “se parte”.
La era de los años ochenta se ha deteriorado y en estos locos comienzos del siglo XXI hace falta decir “una banda” para no decir un millón de años que pasaron.
Personas que están en la onda de lo retro, lo antiguo están locos!!!
Como también por afecto o simple confianza, a una persona no lo llamamos por su nombre sino como “boludo”. Bueno, prácticamente decimos “bolu”, para resumir.
Este reino del doble sentido y del contrasentido que nosotros empleamos para reflejar los sentimientos de ternura, pena o solidaridad se vale muchas veces de la imprecisión y la irregularidad.
Los adultos se preguntaron también donde hemos crecido por la jerga que tenemos, o quienes los enseñaron a recorrer ese camino, que incluimos en la charla, canciones, o en la intimidad.
Basta solo con echar el ojo un tiempo atrás cuando en la mal parida década del ´80, en la época del la dictadura militar, cuando todos se callaban u ocultaban sus opiniones, se aprendió desde pendejos que cuando hablan los gobernantes hay que entender lo contrario de lo que dicen. Por ejemplo se asegura que estamos en perfecta paz es porque se han llenado los cementerios de cadáveres clandestinos y abarratado las cárceles de disidentes.
Si afirman que no hay crisis es porque las tensiones coinciden con el desborde incontrolado.
Se aseguran que se acabo el tiempo de las promesas y palabras en peso el tiempo de los hechos es porque el chamuyo de estos, se alargara aun todavía más.
Es entonces en este estado, en este raro reino de revés donde los adolecentes hemos aprendido a hablar como hablamos y hemos aprendido de las enseñanzas que nos otorgaron el propio régimen.
Seguimos el ejemplo de los adultos, sabemos recurrir a la jerga para ocultar lo que hacemos y disimular lo que sentimos.
Cecilia Barboza, Delicia Soruco 5°3°

Un corto de los chicos de la promo 2007

Este es uno de los productos del taller de cortos de este año en Idioma Nacional de sexto. Espero que les guste. Les cuento que se basó en un poema de Alejandra Pizarnik y el guión y la actuación y todo pertenece a Valentina Ovejero Arauz y a Carolina Cañazares.