Viernes a la noche, el reloj marca las nueve, lo que significa que el trabajo y los compromisos de la semana han terminado o por lo menos nos dan un descanso.
Salgo del lugar que me encierra en responsabilidades por cinco interminables días y mi cuerpo empieza a sentir una extraña sensación, mi alma se libera y esa libertad se apodera de mí.
Creo ser completamente libre aunque no dejo de pensar que es temporal y solo durara 48 horas, pero era de esperarse porque en la vida no todo es felicidad y alegría. Ahora solo me queda deshacerme de los últimos rasgos de esa dolorosa semana y dejar que mis horas se llenen de regocijo y satisfacción.
Las horas pasan y el fin de semana se convierte en lo más esencial de mi vida, en lo más esperado, en momentos de cambio, en momentos en los que puedo ser yo, momentos que me llenan de libertad y me hacen olvidar que existe lo correcto.
Mi mente se siente totalmente libre de presiones, hasta que de un momento a otro todo empieza a pintar de otro color y entro en razón, el final de lo que tanto esperé empieza a llegar.
Domingo a la tarde el reloj marca las seis, llega el final de lo que tanto nos hizo felices, y no puedo evitar sentirme desconforme y descontenta con las horas de descanso y felicidad que por un momento nos sacó del infierno para tocar el cielo con las manos. Disconforme porque se acabó como agua entre los dedos, descontenta por que pude haber hecho y disfrutado más de lo que hice.
Pero como dice Fabiana Cantilo en unas de sus canciones “NADA ES PARA SIEMPRE” y llegó el momento en que la joda se termina, en que despertamos del maravilloso sueño para entrar en razón y darnos cuenta que al día siguiente todo volverá a ser como todos los lunes.
Pero hay que reconocer que la esperanza de que el fin de semana algún día sea interminable es lo que nos ayuda a superar semana tras semana.
En conclusión, querido lector, aunque lo rutinario nos parezca detestable hay que tener en cuenta que cada momento de felicidad hay que pagarlo con dos de tristeza, sino, no habría motivos para sonreír y no existiría el momento alegre si siempre lo viviéramos.
Marcela Quipildor ,Fabiola Amador 5°3°
La cátedra de Idioma Nacional y Literatura de quinto año del IEM UNSa posee este espacio de encuentro extraáulico para que los estudiantes intercambien experiencias personales, lecturas y escritura. De esa forma será posible conocerse más a fondo, como seres humanos, y compartir no sólo el gusto por la literatura y el arte en general sino también confraternizar. Está abierto también a cualquier interesado potencial.
miércoles, junio 10, 2009
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Un corto de los chicos de la promo 2007
Este es uno de los productos del taller de cortos de este año en Idioma Nacional de sexto. Espero que les guste. Les cuento que se basó en un poema de Alejandra Pizarnik y el guión y la actuación y todo pertenece a Valentina Ovejero Arauz y a Carolina Cañazares.
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