RAMOS CRISTIAN Y LOPEZ MARTIN 5º3º
A pesar de todos nuestros problemas, nadie deja de esperar con ansias a que llegue la noche del viernes. Aunque en el último tramo de la semana estemos completamente exhaustos y hagamos las cosas “como venga”, la presencia de la noche del viernes nos brinda nuevas fuerzas y un franco suspiro de placer.
Tras cinco días de estudiar, o de aparentar que lo hacmeos, y de creer que la cabeza nos va a estallar, uno se siente como un héroe después de llegar al final de la odisea de sobrevivir la semana; se podría decir que ese instante nos brinda una sensación similar, aunque momentánea, a estar en el paraíso, ya que, por un momento, nuestros problemas parecieran no existir.
Podríamos afirmar que el júbilo del viernes a la noche recuerda a eventos tan importantes como la fiesta de fin de año, nuestros cumpleaños, un Boca-River o ver tropezar a un profesor, entre otros acontecimientos que nos hacen sentir bien y relajados.
Es por eso que consideramos el viernes a la noche como un instante de triunfo y euforia y logramos darnos cuenta del valor que tiene el tiempo en el cual pasamos de la rutinarias horas de clases y sermones (que sentimos que poco a poco nos van matando), a una experiencia completamente distinta, el momento de revancha, de despreocupación, de fiestas y de dormir hasta las dos de la tarde.
Es así como después de lograr cumplir con la semana, esquivando nuestras obligaciones, creemos recuperar, mientras suena el timbre de la salida, eso inigualable atmósfera que ofrece el fin de semana.
Pero con el viernes que se va, también pasan las cuarenta y ochos horas de libertad, y llega el domingo a la tardecita, donde se desvanece totalmente la idea de estar sin preocupación, acercándose a la oscuridad del lunes, lo cual no es para nada un dolor, ni un temblar, ni tristeza. Tampoco es un desánimo ¡Tanto va a ser!
Nos acercamos poco a poco al lunes, decíamos, y se nos rompe nuestra torre de sueños, el famoso viernes de planificación de qué hacer, la onda del salir del sábado y la resaca del domingo hasta la tarde. Allí es cuando sentimos un gran peso acompañando de un quejido de bronca por volver a nuestra rutina de los lunes en adelante.
Las perspectivas del lunes nos lleva a que no podamos escapar de la maldición del paso del tiempo y a que nos demos cuenta de que el respiro de total despreocupación ha terminado, provocándonos un día problemático. Ante esto no hay nada que pueda detener aquel mambo.
A pesar de todo, siempre tuvimos en mente que cuando terminemos el colegio se acabará la maldición de los lunes, pero nos dimos cuenta de que esto no es así, porque tenemos que elegir nuestro rumbo a la vida nueva, ya sea estudiar una carrera o elegir un trabajo. Pero todo esto nos implica levantarse temprano, tener en mente de que tenés que ir al colegio o tenés que llegar temprano al trabajo o si no te lo quitan.
A nosotros nos parece que el hechizo del lunes se acabará cuando nos jubilemos, ya que sólo en ese momento (y tal vez) no tendremos en mente ese pensamiento de cargar con obligaciones que cumplir.
La cátedra de Idioma Nacional y Literatura de quinto año del IEM UNSa posee este espacio de encuentro extraáulico para que los estudiantes intercambien experiencias personales, lecturas y escritura. De esa forma será posible conocerse más a fondo, como seres humanos, y compartir no sólo el gusto por la literatura y el arte en general sino también confraternizar. Está abierto también a cualquier interesado potencial.
martes, junio 02, 2009
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Un corto de los chicos de la promo 2007
Este es uno de los productos del taller de cortos de este año en Idioma Nacional de sexto. Espero que les guste. Les cuento que se basó en un poema de Alejandra Pizarnik y el guión y la actuación y todo pertenece a Valentina Ovejero Arauz y a Carolina Cañazares.
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