Darío Ricardo Jaime
Algunos fans de Emile Durkheim, luego de leer sus textos sociológicos, aseguran que entre los antiguos escandinavos, la práctica del suicidio fue un hecho usual. Práctica en donde los ancianos se mataban tirándose al vacío, cuando, cansados por los años, ya no eran capaces de sostener la espada que le diera respeto y un lugar en la sociedad.
Que todos identifiquemos ala vejez con la incompetencia irremediable para las tareas de la juventud es una costumbre que no se ha acabado, con las macabras prácticas de los viejitos de los antiguos tiempos escandinavos. Sólo cambió un poco nuestra forma de juzgar.
Es verdad que ahora los ancianos no están obligados a matarse por haber perdido la condición física de antes, pero lastimosamente, hoy en día existen viejitos que se sienten marginados de su vida y condenados a sólo esperar.
Pasa que en el Occidente es nuevo esto de la “vejez” condenada, cómo una etapa de la vida. Algo parecido sucedió con la “niñez” en el siglo XVIII cuando se consideraba a los niños cómo adulto solo que con cuerpos pequeños.
Muchos piensan entonces que allí es donde se apaga la vida, donde terminan las épocas de sexo desenfrenado, donde aparece la frontera de la vida útil y la muerte. Cómo si la vejez no fuera más que resto de una vida.
Esa cultura sigue siendo parte de una sociedad que todavía no ha reflexionado lo suficiente sobre lo que la muerte significa, tampoco consideramos todavía que la niñez sea parte de la vida. Todo esto parece coincidir con lo que un tal Philippe diría:”Quizás sobre la muerte recae en este tiempo un tabú similar al que en el siglo XIX, ahogó la comparación del sexo”.
Entonces, estamos frente a un problema, y él es que el ser jóvenes, con toda nuestra actitud, creemos que dominamos todo, y es por eso que reaccionamos así frente ala muerte.
En la cara toda arrugada de los viejos, sus ojos apagados, se puede ver el fracaso de ese deseo. Ella es el reflejo que nos muestra que todo acaba, por eso es que las viejas tratan de esconder su edad con cosméticos.
Además verlos curvados, y decaídos es muestra de que la juventud debe aprovecharse.
Lo mejor sería, alentar al viejito, a que explore sus emociones y que siga siendo cómo antes, aunque adecuándose a los cambios que su edad le impone.
Al igual que la niñez y la adolescencia, donde se los alienta, sería bueno tambiñen enseñarles el sentido de la vejez, mejor también sería, que los medios de comunicación ayuda en esto.
Todo esto no significa que mimemos a los ancianos, sino que se trata de que se encuentren ellos mismos y sepan quiénes son, sin caer en los extremos o de considerarse los únicos capacitados para hablar, cómo sucedía en algunas culturas. Si los ancianos no tienen la última palabra; ¿por qué deberían ser los últimos en manifestarse?
La educación que al respecto tengamos no debe ser cómo creyó cierta filosofía “una preparación para la muerte”, si no que debemos pensar que la vejez es todo lo contrario. Lo que pensaban en occidente es un atentado, eso de que la vejez es ser inútil. Lo que se debería enseñar es que la vejez es parte de la vida y tampoco deberíamos desperdiciarla. Cuando por fin podamos entender ala vejez como parte de la vida, esta será más provechosa y natural.
La cátedra de Idioma Nacional y Literatura de quinto año del IEM UNSa posee este espacio de encuentro extraáulico para que los estudiantes intercambien experiencias personales, lecturas y escritura. De esa forma será posible conocerse más a fondo, como seres humanos, y compartir no sólo el gusto por la literatura y el arte en general sino también confraternizar. Está abierto también a cualquier interesado potencial.
jueves, julio 02, 2009
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Un corto de los chicos de la promo 2007
Este es uno de los productos del taller de cortos de este año en Idioma Nacional de sexto. Espero que les guste. Les cuento que se basó en un poema de Alejandra Pizarnik y el guión y la actuación y todo pertenece a Valentina Ovejero Arauz y a Carolina Cañazares.
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